Friday, November 8, 2019

San Dimas, El Buen Ladrón que destruyó a las Iglesias Cristianas

Escrito por Carlos Ruperto Fermín




Dicen que robar es un arte de la vida, dicen que cada ladrón juzga por su condición, dicen que con el amor se puede robar un corazón.

Robar por necesidad, robar por diversión, robar por enfermedad.

Realmente desconocemos el motivo que nos obliga a robar, pero en la mente del ladrón siempre hay una buena razón de peso, que aprueba robar lo que se anhela tener sin merecer, justificando el fin y el medio para conseguirlo.

¿Quién no ha robado un beso en los labios?

¿Quién no ha robado una flor de loto?

¿Quién no ha robado una gota de agua?

Todos somos ladrones en pensamiento, en palabra o en obra, y quien se halle libre de pecado ante la potestad del trono celestial, pues que se atreva a robar la primera piedra del río.

Desde que el verbo se hizo carne, yo deseaba dedicarle unas palabras al “Buen Ladrón”, siendo un legendario personaje que según lo descrito en la Santa Biblia, se arrepintió de sus pecados y reconoció a Jesucristo como Dios, mientras era crucificado por los romanos en la cruz del calvario.

En algunos evangelios apócrifos, el “Buen Ladrón” es llamado Dimas. Y aunque nosotros también lo llamaremos Dimas, realmente no importa si se llamaba Carlos, Héctor, Alfredo, Luis, Armando o Javier. El supuesto nombre del buen ladrón NO importa en absoluto, lo que debemos considerar es el relato bíblico.

Durante la crucifixión, Dimas se encontraba a la derecha de Jesús, y el otro ladrón llamado Gestas, se encontraba a la izquierda de Jesús.

Si abrimos nuestras Biblias, y buscamos en el Evangelio de Lucas, capítulo 23, versículos del 39 al 43, podemos leer la siguiente cita bíblica:

“Uno de los malhechores colgados, insultaba a Jesús, diciéndole: Si tu eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. El otro malhechor lo reprendió diciendo: Y tú, que sufres la misma pena ¿No respetas a Dios? Lo nuestro es justo, pues recibimos la paga de nuestros delitos, en cambio éste ningún mal hizo. Y le dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”

Hoy decidí escribir un manifiesto sobre el personaje bíblico llamado Dimas, porque durante el ministerio de Jesús en la Tierra, después de su dolorosa muerte y luego de su gloriosa resurrección, siempre se ha querido condicionar y controlar el poder de la fe cristiana.

De igual manera, desde que la Santa Biblia fue popularizada en Hispanoamérica como la irrefutable Palabra de Dios, todos hemos visto que la fe cristiana se ha prostituido masivamente, porque nunca han faltado los eruditos que dicen saber interpretar correctamente los versículos de la Biblia, porque nunca han faltado los oportunistas que construyen iglesias para ganar dinero a costa de Jehová, porque nunca han faltado los sacerdotes que predican la moralidad sin confesar sus propios delitos morales, y porque nunca han faltado los espectáculos circenses, que usan a Jesús como un brujo milagroso del siglo XXI.

Por esas razones, me gusta la idea de escribir sobre Dimas, porque ese personaje rompe muchísimas cadenas de opresión en términos religiosos, que las iglesias cristianas han puesto sobre las espaldas de los feligreses, quienes por ignorancia, por ingenuidad, y por la necesidad de creer en un Dios que albergue esperanza en la vida, terminan siendo sometidos a una serie de ordenanzas y deberes, que condicionan el contenido de la Biblia a propia conveniencia, y que juegan con la espiritualidad y con la salud mental de los fieles devotos, que por presión social pueden experimentar miedo, confusión, ansiedad y hasta culpa, por no saber si lo que hacen agrada o si lo que hacen disgusta a un Dios, cuya presencia es secuestrada y deformada por el régimen totalitario de cada iglesia cristiana.

Como no quiero apartarme del tema central de mi manifiesto, y como quiero que Dimas siga siendo el protagonista de la historia, iré directo al grano del maíz.

Después de morir, el sueño de cualquier cristiano, es ir al cielo. Es así de simple.

Voy a repetirlo, para que no queden dudas en el maizal.

Después de morir, el sueño de cualquier cristiano es llegar al cielo.

Usted es libre de condimentar, la idea humanamente preconcebida del cielo.

Puede llamar paraíso al cielo, puede imaginarse estar cara a cara con Dios, puede imaginarse estar vestido de atuendo blanco, en compañía de sus difuntos seres queridos, puede imaginarse con una brillante corona en la cabeza, puede imaginarse viviendo en el Edén rodeado de hermosas flores, puede imaginarse viviendo en una mansión con joyas de oro, puede imaginar que escucha a los ángeles tocar melodías con sus armónicos instrumentos musicales, y puede imaginar un larguísimo etcétera en la carrera hacia la conquista del cielo.

Dimas es un personaje asombrosamente importante para la fe del cristiano, aunque el relato bíblico del Buen Ladrón ha sido menospreciado y boicoteado, por culpa de la mayoría de las iglesias cristianas del Mundo, que eligen repetir una y otra vez las historias de Abraham, Moisés, Pedro, David, Salomón o Pablo.

En las iglesias cristianas hispanas se menciona con insistencia, el pasaje bíblico de la ofrenda de la viuda pobre que dio las dos moneditas que tenía, y también se recuerda el pasaje bíblico de la mujer que derramó un costoso perfume sobre el cuerpo de Jesús, siempre buscando capitalizar los tesoros de la palabra de Dios, para que en el instante de recolectar el diezmo, se recoja más dinero ofrendado.

Pero yo debo admitir con total franqueza, que el testimonio de Dimas es de inmensurable valor para la sana fe cristiana, superando todas las experiencias de los discípulos de Jesús, que se narraron en las páginas del Nuevo Testamento.

Dimas, a pesar de haber llevado una vida sujeta a los pecados mundanos, que lo transformaron en un delincuente de la sociedad, vimos que su sincero arrepentimiento mientras estaba colgado en la cruz del Calvario, fue prueba suficiente de su genuina fe cristiana, por lo que Jesucristo más allá de su propia agonía en la cruz, no dudó en afirmarle que estaría con él en el paraíso.

Dimas era un ladrón, era un hombre impío, era un criminal que merecía morir por tanta perversión, porque en vez de amar al prójimo, se dedicó a perjudicar la vida de la gente, pero Dimas con su corazón arrepentido, se atrevió a verbalizar su sentimiento de culpa al oído de Jesucristo, quien como el cordero de Dios que quita los pecados del Mundo, valoró el arrepentimiento de Dimas y fue compasivo para perdonarlo, expiando todos sus pecados y entregándole el cielo.

Recordemos que Dimas NO asistía a la misa del domingo.

Dimas NO guardaba el santo sábado.

Dimas NO fue bautizado ni con agua ni con aguardiente.

Dimas NO construyó iglesias cristianas en su comunidad.

Dimas NO se arrodillaba para santificar a Dios.

Dimas NO pagaba religiosamente el diezmo.

Dimas NO cantaba los bonitos salmos del rey David.

Dimas NO era vegetariano.

Dimas NO celebraba la Navidad.

Dimas NO adoraba a la Santísima Trinidad.

Dimas NO rezaba los misterios del santo rosario.

Dimas NO respetaba la ley de los diez mandamientos.

Dimas NO leyó las páginas de la Santa Biblia.

Dimas NO celebró la Santa Cena.

Dimas NO usaba anillo de castidad.

Dimas NO ayunó.

Dimas NO endiosaba a la Virgen María.

Dimas NO compraba ni velas ni incienso.

Dimas NO aprendió a decir ¡Amén!

Pero si Dimas fue un hombre tan malvado y tan insolente, estoy seguro que el pueblo cristiano se pregunta:

¿Por qué Dimas hoy vive en el Paraíso con Jesús?

¿Cómo consiguió Dimas llegar al cielo?

¿Acaso Dimas engañó a Jesús con palabras llenas de hipocresía y cinismo?

Recordemos que bíblicamente, hay motivos para desconfiar del supuesto arrepentimiento de Dimas, pues como todo buen ladrón que siempre busca zafarse del castigo, quizás Dimas pudo manipular sentimentalmente a Jesús, usando la sumisión, la melancolía y hasta la adulación, porque Dimas ya no tenía nada que perder estando colgado en la cruz, y quizás tenía mucho por ganar con sus lágrimas de cocodrilo, y con una ficticia sensibilidad que conmoviera a Jesús.

Vamos a compartir las siguientes citas bíblicas:

“Y los ladrones que estaban crucificados con Jesucristo, también lo insultaban”

Marcos, capítulo 15, versículo 32

“A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar. Si es el Rey de Israel, pues que descienda ahora de la cruz, y entonces creeremos en él. Confió en Dios, líbrele ahora si le quiere, porque Jesús dijo: Soy Hijo de Dios. Lo mismo le injuriaban también los dos ladrones, que estaban siendo crucificados con él”

Mateo, capítulo 27, versículos 42, 43 y 44

En los mencionados textos bíblicos, se afirma que tanto Dimas como Gestas, desafiaban e injuriaban a Jesucristo, mientras él también estaba siendo crucificado en la cruz del Calvario, por lo que es inevitable preguntarnos:

¿Qué causó el repentino cambio de actitud en Dimas?

¿Qué tan verdadero fue el arrepentimiento de Dimas en la cruz?

Aunque no se puede leer la mente de un ladrón, y aunque solo Dimas puede explicar lo que Dimas sabe y siente, nosotros sabemos que nadie pero absolutamente nadie puede engañar a Dios, porque él creó al Hombre y conoce la naturaleza humana desde su origen, y porque Dios sabe si realmente nos arrepentimos de todos nuestros pecados, o si estamos fingiendo al mantener en secreto algunos pecados, que por orgullo o por culpa no queremos revelárselos.

Si las palabras de arrepentimiento de Dimas, no hubieran salido de una boca sincera y afligida, pues Jesucristo NO le hubiera prometido la gloria del Paraíso.

Dimas hoy puede seguir disfrutando del divino paraíso, gracias a la justificación por fe, que recibió a través de Nuestro Señor Jesucristo.

Aunque Dimas fue un ladrón a lo largo de su vida, antes de morir logró reflejar el bendito carácter de Jesús, siendo humilde de corazón, consciente de sus actos, y sincero para reconocer sus pecados, sabiendo que merecía ir al infierno por sus errores, pero también reconociendo que a diferencia de él, Jesús realmente era el hijo de Dios y merecía estar en el cielo con su Padre, siendo el motivo por el cual Dimas le pidió a Jesús, que intercediera por él mientras se encontraba colgado en la cruz, pues sabía que le esperaba el fuego del eterno castigo por sus pecados.

Dimas lo único que hizo para alcanzar la gloria del cielo, fue aceptar a Jesús como su salvador personal, reconociendo sus pecados y pidiendo su misericordia.

Vale la pena repetir las palabras del anterior párrafo, para que todos comprendamos qué fue lo que hizo Dimas, para poder alcanzar la salvación.

Dimas lo único que hizo para alcanzar la gloria del cielo, fue aceptar a Jesús como su único salvador, reconociendo sus pecados y pidiendo su misericordia.

Dimas fue completamente justificado por su fe en Nuestro Señor Jesucristo, y logró conquistar la gloria del cielo, sin pertenecer a ninguna iglesia cristiana.

Quizás usted se pregunte, ¿Acaso es malo pertenecer a una iglesia cristiana?



Sí, definitivamente es malo pertenecer a cualquiera de las iglesias cristianas que conocemos en Hispanoamérica, porque para las iglesias cristianas la justificación por la fe en Jesús, puede que sea parte del “paquete” necesario para conseguir la salvación y llegar al cielo, pero siempre ponen más condiciones sacramentales, más condiciones administrativas y más condiciones económicas, que deliberadamente distorsionan el fundamento de la historia bíblica de Dimas, y que solo buscan la obtención de beneficios generalmente monetarios, para ponerle precio de venta a la fe de los cristianos.

No es necesario y NO es recomendable, asistir a una iglesia cristiana para estar en santa comunión con Dios.

Bajo el clásico engaño de la bonita “hermandad” entre los hermanos, y simulando la eterna amistad que impera entre todos sus miembros, las iglesias cristianas solo buscan meter más ovejas en la caja registradora del lucrativo redil, para engrosar el dinero que se gana mediante la manipulación mental que sufren los creyentes, quienes son obligados a sacar los billetes de sus bolsillos para pagar el diezmo, y en caso de negarse a ofrendar o no ser muy caritativos, pues siempre se escuchan frases persuasivas en los sermones, como por ejemplo:

No le robes a Dios lo que es de Dios, No seas ingrato con Dios, Demuéstrale tu amor a Dios.

Dimas no era católico, no era adventista, no era mormón, no era evangélico, no era protestante, pero terminó siendo justificado por una sincera fe cristiana, que no tiene ni el católico, ni el adventista, ni el mormón, ni el evangélico, ni el protestante, ni ninguna congregación religiosa que cotiza el nombre de Dios.

Recuerde que usted puede rezar en su casa o donde usted quiera, usted puede cantarle a Dios en su casa o donde usted quiera, usted puede leer la Biblia en su casa o donde usted quiera, usted puede escribir oraciones cristianas y declamarlas para su propio beneficio, usted puede ayudar directamente a la gente pobre de su comunidad, sin tener que pagar un diezmo ni entregar donaciones en una iglesia, que con frecuencia NO ayuda a la persona realmente necesitada de apoyo.

Tenga muchísimo cuidado con los pastores y con los sacerdotes, que interpretan a su propia conveniencia, los sagrados textos bíblicos de la Santa Biblia.

Cuando el pastor de tu iglesia, te lea ese maravilloso versículo de la Biblia, que siempre encaja a la perfección con su tergiversada visión cristiana, y que siempre usa para justificar la homofobia o cualquier tipo de conducta, que desea defender con un tremendo versículo bíblico, no te olvides que Dimas fue un ladrón que jamás leyó la Biblia y que no respetó las Santas Escrituras, pero que a pesar de ello, terminó alcanzando la salvación solamente teniendo fe en Jesucristo.

Una salvación que muchos de nosotros dudamos alcanzar, por culpa de todas las iglesias cristianas, que se adueñan de un negocio llamado Jehová de los Ejércitos.

Si sientes que necesitas asistir a una iglesia cristiana, para poder estar en comunión con Dios, es muy probable que tu fe no busca los pies de Cristo, muy por el contrario, usted solo busca sentirse socialmente aceptado o aceptada por un grupo religioso, que siempre te llama por tu nombre, que te hace sentir estimado, y que te toma en cuenta, sobre todo, cuando debes entregar el santificado diezmo.

Dimas demostró que a Dios NO se le busca en las cuatro paredes de una iglesia, porque a Dios se le busca y se le consigue, rezando con el corazón abierto en cualquier lugar y en cualquier momento, sin necesidad de sacar billetes de los bolsillos para invocar la presencia de un Dios, que ha sido rentabilizado y quemado por todas las iglesias cristianas de Hispanoamérica.

Querido hermano, no te olvides de la experiencia cristianamente vivificante de Dimas, quien con su sagrado testimonio de vida, nos hizo saber que las iglesias cristianas, solo condicionan un amor que no tiene condiciones.

Es cierto que Jesucristo deseaba edificar su propia Iglesia, y quizás Pedro fue la primera piedra con la que se edificaría la iglesia cristiana, pero si Jesús hubiera vislumbrado que su Iglesia se transformaría en un banco americano, donde se rinde tributo al dinero y donde se rinde adoración al capitalismo salvaje, pues estamos seguros que Jesús hubiera usado la primera piedrita de su Iglesia, para ejercitar el epostracismo y meditar sobre la pecaminosidad de su discipulado.

Jesucristo es la verdadera Piedra Viva, que se necesita para construir la Iglesia, pero él no construye su Iglesia.

Dimas, como fiel creyente de Jesucristo, es quien construye su Iglesia con la Piedra Viva, que recibió por fe.

Por tanto, la comunión entre Jesucristo y Dimas simboliza la Iglesia cristiana, y no hay que comprar ni cemento, ni ladrillos, ni bloques de hormigón, ni pintura, ni madera, ni ningún material arquitectónico para edificar la Iglesia cristiana.

Sabemos que en las calles hispanas y en sus apócrifas iglesias cristianas, abunda la suciedad espiritual de Gestas, siendo el ladrón malo que no se arrepintió de sus pecados, que se burló y ofendió a Jesús estando en la cruz del calvario, y que murió sin ninguna posibilidad de redención, por culpa de su irreflexiva iniquidad.

En cambio, Dimas dejó de ser un maldito ladrón, y se convirtió en un cristiano laico, demostrando que a Dios no se le compra con la liturgia de una iglesia, porque a Dios se le recibe en lo más profundo del alma, donde se perdonan los pecados con la preciosa sangre de su amado hijo Jesús.

Si has pasado la vida robando al prójimo, te aconsejo que devuelvas todo lo que robaste, porque robar te hace perder la paz, y te hace sentir muy miserable.

Si quieres pagar tus deudas, cuéntale a Dios, y la libertad va por cuenta de la casa.